Por Álvaro Delgado Truyols
SORORIDAD ES UN NEOLOGISMO que utilizó por vez primera Miguel de Unamuno en su novela ‘La tía tula’, publicada en 1921, como término equivalente a fraternidad entre las mujeres. Según el ilustre escritor, las palabras latinas frater (hermano) y soror (hermana) precisaban un sustantivo diferenciado para denominar una agrupación de ellos o de ellas. Esa peculiar palabra, perdida en el viejo baúl del tiempo, ha revivido de la mano de los modernos movimientos feministas, monopolizados por la izquierda radical, que la emplean para calificar la solidaridad entre mujeres en un contexto de discriminación sexual.
Con el permiso de todos ustedes, y mis disculpas anticipadas por su impresentable grosería, les reproduzco aquí algunas palabras -transcritas de una reciente sentencia judicial- que fueron dirigidas por una joven política en plena vía pública -y ante infinidad de testigos- a dos mujeres que se encontraban cumpliendo su labor profesional. Y juzguen ustedes mismos si destilan esa idílica sororidad que nuestra izquierda feminista lleva hoy por bandera. A una de ellas le dijo: «Hija de puta, zorra, que te follas a todos los policías municipales. Si fuera tu hijo tendría que coger un arma y pegarte un tiro»; y a la otra: «Eres cocainómana, mala madre, hija de puta, te odian todos tus compañeros, con todo lo que hemos luchado las mujeres, contigo se pierde todo». Tales expresiones las recogió un atestado policial, y constan reproducidas en una sentencia dictada recientemente por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid.
¿Qué hubiera pasado si se dirigiera así a dos policías mujeres cualquier varón? ¿O alguien de Vox o del Partido Popular? ¿Qué dirían nuestras televisiones, nuestros movimientos feministas y nuestra izquierda radical? La respuesta resulta fácil de adivinar. Aun así, varios miembros del Gobierno (Pablo Iglesias, Irene Montero, Yolanda Díaz) y Diputados (Pablo Echenique), todos del partido del Macho Alfa con derecho de pernada y promoción de concubinas a altos cargos del Estado, que pretende además monopolizar la defensa de las mujeres, corrieron a justificar a semejante energúmena. Descalificando a los Jueces porque no defienden al «pueblo» frente a los «poderosos», justo en un país donde el cuñado del Jefe del Estado ha sido condenado a prisión, cosa francamente imposible en sus soñados paraísos totalitarios. Ha tenido que intervenir el Consejo General del Poder Judicial para explicarles la independencia de los Tribunales y la separación de poderes, ante el sospechoso silencio de tres jueces integrantes del mismo Gobierno.
En nuestro país hay políticos que parecen dirigirse sólo a personas cuyo grado de fanatismo e ideologización resulta tan grande que les nubla cualquier tipo de entendimiento. O que tienen precintada la función neuronal. Como escribió un ingenioso columnista refiriéndose a Pablo Iglesias, habla a los niños como a adultos y a los adultos como a niños. Las soeces palabras que antes les he transcrito fueron dichas por la Diputada de Podemos en la Asamblea de Madrid Isabel Serra a dos mujeres, policías locales, que intervinieron para evitar disturbios tras un desahucio por impago de un alquiler en el barrio de Lavapiés, y que los movimientos de la izquierda radical aprovecharon para montar su habitual numerito violento y antisistema.
La Diputada de Podemos, según reciente sentencia judicial, llevó la voz cantante en una agresión colectiva a un grupo de policías que se limitaba a cumplir con su labor (con el desahucio por impago de rentas ya consumado) y durante la cual les lanzaron a la cabeza macetas, botellines, piedras y adoquines arrancados de suelos y paredes. Aparte de dirigir Serra a las dos agentes femeninas las terribles ofensas verbales antes reproducidas. Pero una vez pillada y condenada como nos hubiera sucedido a cualquiera de los mortales -y con mayor trascendencia penal si esas expresiones las hubiera proferido un varón- se puso rápidamente en marcha la habitual maquinaria exculpatoria que la izquierda maneja como nadie. Que si defendía a un pobre discapacitado. Que si actuaba en defensa del derecho a una vivienda digna reconocido por el artículo 47 de la Constitución. Que si la policía es represora. Que si la han condenado sin pruebas. Que si las declaraciones de las agentes no valen más que las de la infractora. Que si los Tribunales son corruptos. Y que si mi abuela tiene ruedas.
Imaginen ustedes que alguien insulta a voces en un bar a un familiar mío, y yo saco una ametralladora y lo dejo como un colador. ¿Creen que me exculparía ante Su Señoría decir que lo freí a tiros, a las primeras de cambio, defendiendo el derecho al honor y a la propia imagen proclamado por el artículo 18 de nuestra Constitución? Pues esa es la falaz argumentación que repite incesantemente nuestra izquierda radical, poniéndose la Ley por montera cuando les perjudica, e interpretándola siempre a trozos, sesgadamente y como les conviene. La Ley y el respeto a los Tribunales -y a las mujeres que no consideran de las suyas- nunca van con ellos, porque ellos representan al «pueblo», y su «pueblo» está por encima de la Ley. Aunque a los demás se nos aplique con el máximo rigor, sólo faltaría, incluso con saña si nos consideran rivales ideológicos.
Isa Serra no fue condenada por protestar contra un desahucio. Ni por defender el derecho constitucional a una vivienda digna. Lo fue por agredir a la autoridad. Y puede recurrir la sentencia, aunque acaba de declarar que lo volvería a repetir tal cual sucedió, dando una impagable lección de ejemplaridad. Su actuación y la reacción de sus correligionarios revelan el modelo de democracia que proponen los movimientos feministas y nuestra izquierda radical. Más parecida a la Rusia de Stalin o a la Venezuela de Maduro que a Suecia o Dinamarca. Donde la vida y la hacienda -y los derechos de las mujeres- no valen nada si no son de los suyos. Y donde los Jueces nunca les condenan porque los eligen entre sus simpatizantes. El drama es que les votaron 3 millones de españoles. Y eso es para hacérselo mirar.
Este artículo se publicó originalmente en El Mundo de Baleares