Por Fernando Merino

El forcejeo dialéctico que protagonizan, de un lado la intocable ideología de género, y del otro el derecho de los padres a la supervisión de aquellas materias que puedan resultar intrusivas para la conciencia y la intimidad de sus hijos, y donde se menciona ‘sus hijos’ también valdría ‘el menor’, es el caballo de batalla ahora mismo entre la supremacía moral de la izquierda y cualquier línea de pensamiento que escape a la corrección política, y por lo tanto ‘fascista’ por definición. No hará falta recordar –imagino- que hablar de corrección política, es hablar de un patrimonio exclusivo de la izquierda.

No hemos tenido tiempo de asimilar qué carajo significa ‘pin parental’ y va el Gobierno socialcomunista, que defiende desjudicializar la política, con la amenaza de acudir a los tribunales si la derecha se atreve con eso del ‘pin’.

¿Qué es eso del pin? Abreviando que los padres puedan solicitar el informe previo a propósito de cualquier materia, charla, taller o actividad que afecte a cuestiones morales socialmente controvertidas. Algo tan ‘facha’, pero que no obstante figura en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en la Constitución Española. Un precepto que bien podría resumirse en que “los poderes públicos garanticen el derecho que asiste a los padres para que los hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”, citando textualmente a la Constitución. Resumiendo resulta que, el ‘pin parental’, está en línea con preceptos fundamentales.

La izquierda radical, ha puesto el grito en el cielo, y la “derechita cobarde”, según afortunada expresión de Vox, al parecer se pliega una vez más a esos versículos perniciosos de la corrección política y la ministra de Educación, Isabel Celaá, haciendo gala -sin despeinarse- de su mentalidad totalitaria va y afirma que “los hijos no son de los padres”. Tampoco tiene desperdicio la declaración de la podemita directora del Instituto de la Mujer Beatriz ‘Boti’ Gimeno, cuando aboga por una “agenda sexual radical”, lesbiana of course, según la cual “la heterosexualidad es foco de desigualdad”.

¿De verdad que los padres no pueden decir, hasta aquí hemos llegado? ¿Es la educación pública que nos tiene reservado este gobierno probolivariano?

En las redes sociales corre como la pólvora esta viñeta: “Una pregunta, sin malicia, al Gobierno Progre-Social-Leninista. ¿Van a obligar a los alumnos musulmanes a asistir a cursillos LGTBI, o esto ya no entra en la educación obligatoria?”. Lo resume claramente Hilda Molina: “Odio, poder y dinero. Allí está la ideología del socialismo del siglo XXI”. No tocar chiringuitos.

Este artículo se publicó originalmente en El Mundo de Baleares